Saint-Tropez

DIEGO ha tenido que viajar con urgencia desde Madrid a Valencia. Su padre acaba de sufrir un ictus y se encuentra ingresado en el Hospital General. Desde ahí mismo le ha avisado ROSA, su hermana. Al reencontrarse con ella, el mundo se les viene encima al comprobar que su padre no puede articular palabras con coherencia. El doctor les dice que su padre se recuperará poco a poco y con ayuda de logopeda, pero que ya no podrá vivir solo, como venía haciendo hace años, porque el ictus isquémico que ha sufrido le dejará señales y tendrá que estar, a partir de ahora, acompañado en todo momento. Cuando reciben esa noticia, VICTORIA, la madre de DIEGO y ROSA, aparece en el Hospital para mostrar apoyo y ofrecer toda la ayuda. Pero DIEGO sabe que, aun con un ictus, su padre es capaz de recordar al verla, y por tanto seguir sin perdonarla.

Los padres de DIEGO se separaron hace más de treinta años. ROSA ha de regresar a Barcelona donde le espera un trabajo, también una separación y dos hijos pequeños. DIEGO confirma que, aunque vive en Madrid, es él quien tiene que ocuparse de su padre, ya que es el hermano soltero y sin hijos. Es consciente que esta nueva situación supondrá un cambio radical en su vida.

En los días siguientes, en medio de estos rencores familiares y ante esa situación límite, DIEGO se establece en casa de su padre para poder organizarse, ir a cuidar de él en el hospital, turnándose con su madre. Tendrá tiempo para reencontrarse con la Valencia que vivió de niño y adolescente, con la playa de su infancia. Tendrá tiempo para darse cuenta de que, en realidad, sus padres han estado siempre unidos, y conectados, aunque lleven tantos años sin darse cuenta. Y también para constatar que lo que en un principio parece presentarse como un drama va resolviéndose poco a poco como una invitación al perdón, al abrazo, a la vida en es ciudad única del Mediterráneo, Valencia.